10’45 h. – 19 ºC – 266 km recorridos.
Suena el despertador a las 8, un
lujo, sin prisa nos preparamos para salir, y dejamos la habitación del hotel,
llevamos al coche el poco equipaje que tenemos y volvemos al restaurante del área
de servicio para empezar el día a la inglesa, es decir, con un contundente
breakfast.
Empezamos la ruta de hoy sin
ninguna prisa, estamos cerca del destino, y creemos que llegaremos y nos instalaremos
con tiempo de sobras.
El trayecto hasta Caernaforn es
mayoritariamente por autopista, con lo que no hay mucho que contar. El paisaje
ya no es el de Escocia, pero no por ello deja de ser interesante.
Durante toda la mañana va
lloviznando, parando un rato, volviendo a llover, a veces con fuerza…
Hacia mediodía empezamos a ver el
mar al borde de la carretera, dejamos la autopista y vemos que estamos al borde
de una costa con matices. A veces, ensenadas con playas, a veces acantilados,
pero con poca altura en la caída.
Ya hace un rato que no llueve, y parece
que se ven las nubes menos compactas.
Dejamos atrás la población de
Caernarforn, y la carretera se estrecha por momentos, los coches que nos vienen
de cara van deprisa, da un poco de respeto, pero vamos camino del camping, y
por esta carretera han pasado caravanas y autocaravanas por fuerza…
El camping es estupendo, muy
grande y muy cuidado. Nos instalamos realmente sin prisa. Como el desayuno ha
sido tardío y contundente, no tenemos mucha hambre, con lo que comemos ligero,
cuando hemos acabado de instalarnos.
Ya no llueve y hace sol.
Nos vamos al súper, sabemos que
hay un “Tesco” aquí cerca, y nuestro amigo, el GPS, nos lleva sin problemas.
Reponemos aquello que nos hace falta, y nos vamos a dar una vuelta por el
pueblo.
Yo lo he buscado en la guía, y
esta no hace ninguna mención, pero al llegar al centro de la localidad nos
sorprende por su encanto, y a la vez, nos sorprende que la guía no la mencione.
Está al borde de una ensenada,
muy tranquila, el castillo y la muralla están bastante bien conservados, y la
ciudad, podríamos decir que tiene encanto.
Callejeamos un buen rato,
haciendo muchas fotos, y vamos echando un vistazo a los pubs que hay, ya que
queremos cenar en uno de ellos mañana o pasado.
Después del paseo, volvemos al
camping, sobre las 8 de la tarde. Todos los vecinos están ya fregando platos y
preparándose para meterse cada uno en su caravana o tienda. No lo entendemos,
si aun hay luz diurna. Nosotros aun tenemos que cenar y recoger.
Al cabo del un rato entendemos por
qué. Hay unos mosquitos muy pequeños que empiezan a salir a escena en cuanto se
va el sol. La vecina nos dice que pican, pero que la picadura no tiene mayor
importancia.
Bueno, toca cenar deprisa y jugar
a las cartas dentro de la tienda.
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